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Esa pista va a llegar

Sus ojos compenetrados en la grandeza de un estadio que no tiene butacas vacías, y que hoy aloja a alrededor de 5000 aficionados que se ubican en las tribunas bajas lindantes a la pista. La mayoría argentina, que hoy es local en el Parque Olímpico de la Juventud, en la Ciudad de Buenos Aires, se impone ante la minoría de los simpatizantes extranjeros, él lo siente. “¡Vamos Pedro!”, vocifera Sandra, su madre, quien no puede disimular su emoción pero tampoco su nerviosismo. “Tranquilo, con confianza”, le transmite su entrenador Gerardo Chichiri, para darle una dosis de calma ante tanta euforia. “Vamos vamos Argentina”, suena al unísono la famosa canción de cancha. Pedro Garrido sigue hipnotizado, pero no se puede dejar llevar por tanta adrenalina. Aquello con lo que fantaseó desde su primer entrenamiento, hoy a sus 16 años se está convirtiendo en realidad. Le designaron el andarivel tres. A su izquierda, el brasilero Caio de Almeida, a su derecha, el tunecino Rami Balti. La cámara lo enfoca y él, al mejor estilo Usain Bolt, juega con ella: se señala con su dedo índice derecho la sien, como diciendo “es hora de pensar y concentrarse”. Se agacha y toma posición de largada, y sus ojos se trasladan hacia el piso, al tartán que cubre la superficie ovalada que pronto será castigada por las potentes zancadas de los corredores en su carrera de 400 metros con vallas, en los Juegos Olímpicos de la Juventud. Suspira, buscando una bocanada de aire que lo libere de todo tipo de estrés. Vuelve a mirar la pista, no lo puede creer. ¿Cómo en su primera participación en la máxima élite del atletismo mundial, se sigue emocionando al correr en una pista decente?

Cada atleta tiene su historia. Lo que vemos en la televisión y en las tribunas es tan solo un fragmento muy diminuto, a comparación de lo que atravesaron, lo que se esforzaron, lo que resignaron para poder llegar ahí. La de Pedro no deja de ser particular. Él es oriundo de General Villegas, una ciudad muy pequeña del noroeste de la Pcia. Buenos Aires, ciudad que en el último censo delató 18.275 habitantes, y que exige un mapa, ahora facilitado por las tecnologías, para determinar su ubicación. El destino, cuando él tenía 12 y deambulaba por diferentes deportes en búsqueda de uno que lo convenciera, lo cruzó con Gerardo Chichiri, famoso entrenador de la zona, reconocido por su gran trayectoria tanto en el plano nacional como internacional en el mundo del atletismo.

-¿Cómo va, Gerardo? Vengo a dejar al nene, lo entusiasma la idea de correr.

-Buenísimo, dejalo nomás. Entrenamos hasta las 19, pasa a esa hora.

Ninguno de los dos jamás imaginó lo que ese simple diálogo iba a originar. Chichiri, porque su experiencia le decía que en la mayoría de los casos los que comienzan tienen un paso efímero por el deporte, no tiene el reconocimiento que merece. Pedro, porque estaba entrando a un mundo totalmente desconocido, escapaba de los deportes “habituales” para meterse en uno con poca difusión y con no muchos más participantes. Desde ese día no pudo despegarse más, el atletismo lo absorbió por completo. Tuvo pasajes por diferentes disciplinas, desde las pruebas combinadas, hasta las carreras de mayor longitud, pasando por las pruebas de velocidad más cortas. Sumó experiencia en todos los rubros, algo que le fascinaba. Comenzó con una rutina que se extiende hasta estos días. Sale de su casa, controla el aire de las ruedas de su bicicleta y si están en condiciones comienza el pedaleo hasta el Parque Municipal de la ciudad, que se encuentra a unas pocas cuadras de su casa, hacia el final del casco urbano. Comienza la jornada con un trote suave alrededor de un paisaje lleno de árboles, con una imponente laguna en el centro, o no tan imponente pero sí lo suficientemente contrastante para no pasar desapercibida. Luego sigue las instrucciones de Gerardo a la perfección. “Hoy tocan pasadas”, indica el entrenador. Él obedece, como hizo desde sus comienzos. “¡Guarda!”, le exclaman a una señora que camina por el lugar paseando a su perro. Ella mira, entiende lo que está pasando, probablemente acostumbrada a esta escena, y respeta el lugar del deportista. Escena que se repite diariamente en este espacio público, lugar que cuando el reloj marca las 17 se ve invadido por una decena de chicos que van a practicar el deporte, camuflados entre otras tantas personas que van a pasar la tarde, con mate y facturas de por medio. Chicos corriendo, otros tantos haciendo saltos de altitud y longitud, más allá algunos lanzan jabalina o disco, el parque ya se acostumbró a verlos y los adoptó como propios.

Pero no todo lo naturalizado es bueno, o al menos lo correcto. Gerardo sufre en cada lanzamiento, que puede tener como destino a una persona, por eso procura que previo al mismo la gente se mantenga en estado de alerta y prevea la dirección del disco o la jabalina. Aun así, y para su fortuna, la puntería de sus lanzadores siempre ha sido buena y no tuvo que salir eyectado hacia el Hospital Municipal con un herido de jabalina en su auto. También sufre en cada carrera, en la que cualquier pozo puede producir una torcedura de tobillo, o la intersección de un perro, niño o niña puede arruinar por completo el entrenamiento del día. Es una realidad con la que lucha todos los días y no lo deja dormir. Hace 25 años promociona y estimula el atletismo en la ciudad. Con el esfuerzo y la perseverancia como bandera lleva a General Villegas y al país al más alto nivel. Pedro, reciente participante de los Juegos Olímpicos de la Juventud, Yamel García, campeona sudamericana en salto en alto en el año 2012, en Chile, o Elisabel Delgado, medalla de bronce en 100 metros llanos, en los Juegos Paralímpicos de Sídney 2000 son tan sólo unos pocos ejemplos de todo lo conseguido por el entrenador y sus discípulos. Sin embargo los logros no condicen con las condiciones de entrenamiento. Son innumerables las veces que Gerardo ha solicitado la construcción de una pista a las autoridades de turno, pero no recibe respuesta alguna. Cuando ocurren estas hazañas, como la de Pedro que lo ponen a él en el plano internacional, y al atletismo villeguense en el foco de la opinión pública, es también cuando el deporte cobra fuerza. Pero luego de un tiempo vuelve a su cauce habitual de desidia y abandono. Sólo los que forman parte de él siguen entrenando arduamente para lograr los objetivos propuestos y luchar contra las adversidades.

La historia de Pedro, como la de tantos atletas y no solo villeguenses, sino de Argentina en general, es una historia de superación constante. De intentar todos los días achicar un poco más la enorme brecha que los separa del resto, aquellos afortunados que entrenan en condiciones dignas y propias de un deportista de primer nivel. Pedro, cabizbajo, advierte que no está en condiciones de exigir nada, que entiende que hay personas que tienen otras prioridades. Pero exigir no es exigir cuando algo se merece, cuando la necesidad corresponde a las virtudes y resultados. Él, empero, sigue con la esperanza latente, porque como me dijo semanas atrás: “Tenemos confianza de que esto cambie algún día, ¿no?”.

Ahora esa mirada, puesta en la recta de llegada, es una mirada reconfortante, de disfrute, de tranquilidad, de saber que todo el esfuerzo valió la pena, y que logró lo máximo imposible. Que más allá de la pobreza de los recursos, él rescató riqueza. Riqueza que puede servirle a muchos chicos que dan sus primeros pasos en el deporte como incentivo para que no pierdan las ganas y el entusiasmo. Riqueza que puede servirle a Gerardo de acicate para seguir batallando, y para no perder la confianza. En algún momento, esa pista va a llegar.

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